14 abr 2008

CÍRCULO VITAL



















J. TWACHMAN



CARTA A MI PRIMO DEL ALMA


POR XELO GIRBÉS


Cojo el lápiz para explicarte cómo me siento y no puedo contener mis lágrimas, ¡tampoco quiero! Y no sé si voy a poder hacerlo, pues no tengo la sabiduría que tenías tú con la pluma, pero sé que tengo el corazón roto, esa parte del cuerpo que no se ve, que se llama alma, destrozada.

Muchas veces me decías que de pequeño te había salvado la vida, que aún recordabas aquellas aguas mugrientas y malolientes y mis manos agarrándote y sacándote de ellas… ¿Qué no hubiera hecho yo ahora por dártela otra vez? Pero ahora ha podido más Dios que todos los que te queríamos. Tu corazón estaba demasiado cansado, ¡lo comprendo!

Recuerdo las horas largas en que tu madre y yo hablábamos de tu hermano y de ti. ¿Habrá querido ella tenerte allá arriba a su lado?

¡Perdóname!, por no haberte comprendido cuando me contabas tus cosas, tus ansias por la escritura. Lo mucho que admirabas a Cervantes, Machado, Ortega, Cela, Blasco Ibáñez… un sin fin de poetas y escritores a los que estudiabas horas y horas y recorrías los sitios deonde habían estado o estaban porque algunos aún vivían.

…Pero ya sabes, éste mundo tampoco lo ha hecho, sé que eras un gran escritor; pienso y quiero creer que allá donde has entrado ahora será mucho más justo, que allí comprenderán a todos.

Siempre te querré, no te olvidaré nunca y estarás conmigo. ¡Mi primo del Alma!


XELO GIRBÉS

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ROMERO SÓLO...

Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.

Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.

Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.

La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.

No sabiendo los oficios los haremos con respeto,
para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.

Un día todos sabemos
hacer justicia, tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.

Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos lo pueblos
y todos los huertos nuestros.

LEÓN FELIPE



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COMO TÚ...

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...


LEÓN FELIPE



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SÉ TODOS LOS CUENTOS


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.


LEÓN FELIPE



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LAS MOSCAS


Vosotras, las familiares

inevitables golosas,

vosotras, moscas vulgares

me evocáis todas las cosas.



¡Oh, viejas moscas voraces

como abejas en abril,

viejas moscas pertinaces

sobre mi calva infantil!



Moscas de todas las horas

de infancia y adolescencia,

de mi juventud dorada;

de esta segunda inocencia,

que da en no creer en nada,

en nada.



¡Moscas del primer hastío

en el salón familiar,

las claras tardes de estío

en que yo empecé a soñar!



Y en la aborrecida escuela

raudas moscas divertidas,

perseguidas, perseguidas

por amor de lo que vuela.



Yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,

sobre el librote cerrado,

sobre la carta de amor,

sobre los párpados yertos

de los muertos.



Inevitables golosas,

que ni labráis como abejas,

ni brilláis cual mariposas;

pequeñitas, revoltosas,

vosotras, amigas viejas,

me evocáis todas las cosas.



ANTONIO MACHADO. SOLEDADES.



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