9 dic 2008

TE REGALO PEQUEÑAS HISTORIAS DE DUENDES




















Franz Marc



MI NIÑO VIEJO


“Podrán cortar todas las flores,
pero no podrán detener la primavera.”

Pablo Neruda



Él siempre me quiso por lo que era y por lo que no era, por guapa y por fea, por silenciosa y por inquieta, por ángel y por diablo.


Apodado “El Balandro”, aún hoy no sé el motivo de tal mote, pues nunca vi embarcación alguna ni aspecto de marino en él. Aquel niño viejo me adoraba, y recuerdo con claridad su forma de mirarme con sus pequeños ojos despiertos y su eterna media sonrisa de cómplice infantil.

Su cruel vejez le robó recuerdos, independencia y salud pero nunca vitalidad y pasión por la vida. Rebelde en su infancia senil buscaba siempre mi compañía, existiendo la otra cara de la moneda que estaba impresa en los gruñidos que le regalaba a mi hermano, sin motivo alguno, excepto el de no ser yo.


Su caminar se volvió torpe y lento y me cogía de la mano como buscando el aplomo que yo le negaba por causas egoístas al tirar de él para llegar con rapidez a nuestro destino. En alguna ocasión aquel hombre comprensivo hasta lo insospechado estuvo al borde de un ataque que se hacía evidente por su cara rojiza y el desasosiego de los que nos veían pasar.


Una vez, sin intención, rompí su reloj favorito; en otra ocasión dejé escapar su palomo ganador…, recuerdo tantas aventuras acontecidas e incluso alguna traicionera como la oscuridad, de las que no dudan en pasar factura.

El viejo lobo de mar −aunque sólo lo fuera por su apodo− me pidió que de forma secreta me deshiciese de un billete de tren que lo acusaba probablemente de buscar cantos de sirena en la capital.


Entre mis manos pesaba como una losa y tal responsabilidad me hacía sentir confusa, porque fuesen cuales fuesen las opciones de resolución que podía tener una niña de mi edad, el instinto, el olfato o no sé muy bien qué, me decían que no existía ningún secreto que guardar y le traicioné. Le traicioné… Y aunque mi duende omitió la gravedad de la falta mi destino me condenó perpetuamente a no soportar la traición.

En nuestras pequeñas y grandes aventuras no le faltaron motivos de enfado, pero jamás le conocí una mirada de rencor, un reproche; siempre esa media sonrisa y esos pequeños ojos incapaces de odiar, sino de amar a toda costa con el amor más puro que existe, el de los niños.


Mi eterno niño,
mi eterno viejo,
mi duende…

MI ABUELO




AUTORA: SALUT NAVARRO GIRBÉS

"SILENTES"
ED. VERSOS Y TRAZOS


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2 comentarios:

Antonio Martín Bardán dijo...

Gracias, Salut, por tan encantadora historia.

Es curioso: lo estaba leyendo en un principio como el recuerdo de la relación de dos adolescentes, pero al llegar al final y leer 'mi abuelo' he vuelto a empezar. Y la sensación era la misma. Es decir, la luz de la historia se mantenía.
Y debe ser porque lo que importa en verdad es el sentimiento.

Un saludo y de nuevo gracias por esta "pequeña historia de duendes".

Unknown dijo...

Precioso recuerdo-retrato de tu abuelo.

Es todo un placer leerte.
Un cordial saludo.