H R Giger
Me dispararon a la vida de un golpe seco y sin pedir permiso. Trepé por los árboles y arbustos infantiles, caminando entre pedregosos caminos persiguiendo un destino. Ahora muero a manos de la misma arma, fría e inhumana, que me obligó a nacer, que me dispara sin piedad a los límites de los sueños.
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